Camino

Caminos, paseos, senderos

algunos muchas veces caminados 

otros ya ni en el recuerdo atrapados,

han ido registrando momentos,

de vida, ya del todo disipados.

Ahora, en los últimos tramos,

cuando muy atentos estamos

para ver donde pisamos,

vienen a la memoria, detalles

de la transitada senda.

Una sonrisa de agradecimiento

aparece al recordarlo.

Sigue, camino, haciendo fácil

a los caminantes su andadura.

Muéstrate esplendoroso, amable,

luminoso, abierto a todos los que pasan

así, al transitar, recogerán

parte de lo que les digas.

El pueblo habitado

El pueblo ya no es lo que era.

Una sola calle acoge, adosadas,

todas las casas en la ladera.

Nieva algo en invierno y llueve en primavera

reverdeciendo árboles y prados.

Los pasos han tenido tiempo de echar raíces.

Apoyado en el bastón, hecho a navaja, de avellano,

torcido un poco en la desgastada empuñadura,

rompe el silencio sólo ocupado por el chorro de la fuente.

Recuerdos perdidos se enredan en los pasos

y el cansancio de años le hacen parar.

Se apoya en el poste del cierre de la huerta.

Aún con energía tienta la sujeción del madero

y mira, con costumbre de mirar,

al otro lado del valle. 

Mira largamente.

Gastado y duro. Se sabe el nombre 

de cada rincón de lo que ve. 

Vigía al detalle de lo cercano.

Cierra los ojos, permanece pensativo.

Al abrirlos repite la emoción del paisaje,

cotidiano e imperceptible al cambio.

Sentado en la fuente contempla el caño.

Parece la misma agua siempre.

En una gota salpicada en una piedra,

cree reconocer la sed del tiempo pasado.

Se abrió un espacio de luz

Se abrió un espacio de luz,
entre las negras nubes de primavera,
que empujan al olvido lo pasado,
alumbrando con esplendor, parte 
de los acontecimientos futuros,
que proyectan sus sombras hacia adelante,
limitando el espacio presente del porvenir.

Agua de una ola atrapada en las manos,
se desliza, inexorable, entre los dedos.
y junto a otras, va presurosa a la orilla,
sumergiéndose entre los granos de arena.
De las sombras salen olas y más olas.
Y tengo que elegir alguna...

Dafne

Origen en una amorosa persecución,

del dios Apolíneo a la ninfa Dafne, exhausta, 

pide protección a su madre tierra.

En ella se agarran, sus veloces pies,

transformados en perezosas raíces,

sustentando al laureado árbol.

Atendiendo al mito de este imposible amor

entre Apolo y Dafne, de los aromas del árbol

que exhalan sus perennes hojas, cuelgan 

la ausencia y la nostalgia de la amada.

Los vencedores, los músicos, los poetas,

ciñen su frente con coronas de estas hojas,

para hacerse inmunes a los rayos divinos.

Los días pasados

Los días pasados que no volverán.
Cerrar los ojos y respirar.
Soltar todo el aliento contenido,
antes que sobre el mundo caigan,
como imágenes opacas, las tinieblas
o es que simplemente viene la noche
y detrás de ella un nuevo día.

Pero aun hay tiempo de contemplar,
en el horizonte, salir brillante y enigmática,
en los perfumes de la tarde,
al calor seductor de la canícula,
la poética y cantada luna.
Reflejada en el agua del río 
que imparable pasa y no la lleva.
Detrás de las gasas de nubes,
suavemente movidas por la brisa,
emborronando en opacidad su luz
repitiendo mensualmente su teatro.

Nostalgia del mar

Contemplo un amarillo mar

que derrama su trigo en el paisaje,

rompiente de olas su espuma roja,

la brisa lo trae suave hasta mi orilla

sin borrar mi escrito en la arena.

Las gaviotas se han vuelto golondrinas,

Revoloteando inquietas sobre el azul,

encendido perfume, irresistible luz.

Las cigarras imitan la resaca de la orilla,

y el efímero mar sigue con su música ritual,

llegando cadencioso hasta la orilla.

Quimio IV

Sobre un sillón
con reposapiés,
descanso.
En el brazo izquierdo
sólo un pinchazo,
conectado a varios frascos,
que,
con cadencia programada,
dejan caer gotas
lentamente en mis venas.

Pienso en tu sonrisa.
Me lleno de energía
Nada sería igual
sin saber que la desconexión
supone el encuentro.

Segesta

El color rosado sobre la nieve del Etna

va perdiendo su fulgor.

La tarde llega a su fin.

Cierro los ojos y me lleno de imágenes.

Grandes columnas dóricas

inundan mis pensamientos.

¿Que tienen estas calizas talladas

por manos expertas, elevando

hacia el cielo su robustez ?

¡Segesta!.

Templo olvidado y no acabado

en la ladera de un monte,

espera ver un destino propicio.

No tiene sentido tanto esfuerzo

sin dedicación, al dios elegido.

¡Zeus!

 ¿No quiso ser allí venerado?

Ni incienso, ni sangre de corderos,

ni el sonido de lira alguna,

hizo glorioso al templo.

El paso del tiempo lo elevó

a lugares más altos, donde

peregrinos de todas partes,

no necesitan al caprichoso dios

para embriagarse de belleza

y celebrar los ritos dirigidos

a aquellos que ordenaron,

tan equilibradamente,

la materia.

Todo es materia de recuerdo

Todo es materia de recuerdo,
en donde la nostalgia se deleita, 
extrayendo aromas dulces de la rosa,
aunque esta esté ya cortada,
o la suave y salada brisa del mar,
sin barcos en el horizonte.
Luego la imparable mente, sube,
baja, entra, sale frenética por
parajes muchas veces reconocibles,
en un viaje vertiginoso sin equipaje.

La luna sale brillante sobre la loma,
y es luna soñada, ¡tantas veces vista!
Colgada de adornos, ecos remotos,
surgidos dulcemente en la distancia,
ahora los lava, la corriente del río
y la lleva, dando tumbos, hasta el mar,
donde habita el olvido.

Demócrito

En el fulgor de la caída del sol,
recorro Abdera, en un giro por necesidad,
que diría uno de sus ilustres hijos,
por los vacíos separados de la escasa
materia, residuos de lo que en otro tiempo
fue espléndida ciudad de pensadores.
Como átomo moviéndome en línea recta,

"el ser es lleno y sólido,
él no ser vacío y sutil"

El sol alarga, la sombra por la calle empedrada,
de un extremo a otro, mensurándola, 
invadiendo de oscuridad retazos pétreos,
intensos instantes de penumbra,
elevándose sobre una erguida columna,
moviéndose cadenciosa al ritmo de mis pasos.
Ser y no ser girando en Abdera.