Los días pasados que no volverán.
Cerrar los ojos y respirar.
Soltar todo el aliento contenido,
antes que sobre el mundo caigan,
como imágenes opacas, las tinieblas
o es que simplemente viene la noche
y detrás de ella un nuevo día.
Pero aun hay tiempo de contemplar,
en el horizonte, salir brillante y enigmática,
en los perfumes de la tarde,
al calor seductor de la canícula,
la poética y cantada luna.
Reflejada en el agua del río
que imparable pasa y no la lleva.
Detrás de las gasas de nubes,
suavemente movidas por la brisa,
emborronando en opacidad su luz
repitiendo mensualmente su teatro.