Perséfone y la mañana

Toda la luminosidad,
todo el esplendor,
todo el fulgor del sol en la mañana, no entraba
a iluminar el rapto de Perséfone hacia el Hades
en la oscura cámara mortuoria del túmulo en Vergina.
En un mural y en magnífico escorzo,
muestra cómo la diosa se resiste
a prescindir de la luminosa mañana,
encerrada en su tenebroso destino.
Su madre desesperada e inquieta,
aborrecibles males al mundo vaticina.
Tan solo una nota de color púrpura,
muestra su manto en cadenciosos pliegues,
mientras estira los brazos hacia la luz perdida.
Pronto el pacto entre los caprichosos dioses,
hará que anualmente renazca de la oscuridad
la florida y esplendorosa primavera.

El río viene cargado de plata

A Ana Rua

El río viene cargado de  plata

con las primeras luces del día.

El agua, llevando, apresurada pasa

todo el brillo hacia la orilla.

Entonces apresar quiero en mi mano

las piezas, que titilando, brillan.

Aprieto fuerte el puño, creyendo,

haber atrapado de plata un río.

Sigue su curso enardecido,

hacia el ocaso está su mar,

donde llega prometido.

En dorado, en él al fundirse,

la alquimia solar lo trueca.

En la emoción,  el puño cerrado sigue

la mano,  mojada,  vacía queda.

Creta

Mirabas el mundo, creyendo abarcarlo,
sentado en una silla de enea pintada de azul.
El mar aplanado y aplastado por un cielo
del color de la silla, 
y los guijarros de la orilla
secados  por un calmo viento cálido,
formaban un orbe en el que se impedía
turbar lo más mínimo al tiempo.

La luminosa mañana se estrenaba.
El silencio emitía los únicos sonidos
del canto de escasos pájaros,
bajando del azul de rama en rama,
en el único árbol que allí había.

Ahora os convoco,
testigos de mi dicha,
con el solo pretexto de revivir
aquel apacible silencio,
en el límite oriental de la isla.

Poeta y agricultor

Ayer día 22 fue el día de la tierra y hoy 23 el día del libro. También el recuerdo de la muerte de Cervantes y Shakespeare respectivamente. por ello me permito compartir el siguiente documento extraído del blog de la Agenda de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina.

Poeta y agricultor, así resiste un anciano refugiado de Palestina a la ocupación israelí

“Con la escritura podemos ser libres en nuestra tierra”, Saeed, refugiado de Palestina

Haneen Harara

Gaza

Saeed en su tierra, bolígrafo en mano, escribiendo un nuevo verso 

“Yo no escribo a la tierra, la tierra me escribe a mí. 

Soy un poema, 

soy un verso. 

Una epopeya de la tierra que llevo dentro. 

Una leyenda de esta tierra 

a la que yo pertenecía“ 

Así, en verso, responde Saeed cuando se le pregunta por su forma de escribir sobre la tierra palestina. En la semana de los libros y la escritura, que tan necesarios son para aprender, explicar y reivindicar, conocemos a Saeed. Con la kufiya tradicional palestina en la cabeza, un hacha en una mano y, en la otra, papel y bolígrafo, nos habla de poesía, escritura, identidad y tierra, la que labra y a la que pertenece. Estas son las herramientas con las que resiste a la ocupación israelí.  

Saeed Mohammed Salem Al-Daour, de 66 años, es refugiado de Palestina de la aldea de Harbya, a 14 kilómetros al noreste de Gaza. Vive en el Beit Lahia y posee una casa y un terreno cerca de la valla de separación, concretamente cerca de Herbie, donde vive con su familia numerosa de 5 hijas, 5 hijos y diez nietos. 

“Nací para encontrarme entre la naturaleza. Adoro la tierra y ella me devuelve el amor por el tiempo que le dedico. Crecí aquí, entre olivos y cítricos, de los que ahora estoy a cargo. Son miembros de mi familia, como mis hijos”, afirma Saeed. 

Saeed es un humilde agricultor, sin salario, que posee una pluma fuerte y determinante, con la que escribe lo que siente hacia su tierra natal. Plasmar en forma de verso sus sentimientos es la forma más honesta que encuentra de hacerlo. “Le escribo a la tierra porque la adoro. Escribo para sentirme yo mismo, es como respirar. Es mi estilo de vida. Me siento agradecido cuando mis nietos leen mis poemas y tratan de escribir como yo. Es una forma de mostrarle a mis hijos y nietos que con la escritura podemos ser libres en nuestra tierra”. 

El poeta y agricultor se siente muy identificado con las raíces de los olivos que se amarran al suelo y siente nostalgia por la tierra de padres y abuelos. El pueblo palestino sigue defendiendo el derecho a la libre determinación y el establecimiento de un Estado en el suelo de la Palestina histórica.

La guerra Árabe-Israelí de 1948, ha dejado en continuo sufrimiento al pueblo palestino durante 74 años. Actualmente, 5,7 millones de refugiados y refugiadas de Palestina se encuentran registrados en la Agencia de Naciones Unidas para la población Refugiada de Palestina (UNRWA)

 (Extraído de elDiario.es del 22-04-2022 y a su vez del blog de UNSWA.

UNRWA es la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Próximo.)

La niña y Gabrielli

Aún no finalizaba el otoño
y un viento fresco cruzaba,
como un chorro húmedo,
por el puente sobre la calle líquida.

El sol, lanzando sus rayos de despedida,
encendía, la torre de Santa María Formosa
y el campo a sus pies, se llenaba 
del jolgorio de niños correteando,
con el límite: hasta que florezcan en el cielo 
los astros de la noche.

Sentada y la espalda apoyada,
en la fachada de la iglesia,
la mirada perdida al otro lado del canal.
Con sus oídos mira la ventana ojival,
que se abre desbordante de sonidos.
Dentro, iluminado por grandes velas,
un largo de violonchelo y continuo de Gabrielli,
provoca en los ojos, abiertos en vano,
la magia de la música,
y se desliza una lágrima, no vista.

Al fondo del canal se aleja una góndola, 
dejando una estela y el agua en movimiento,
donde flota el dorado de la luz ojival,
con los últimos sonidos que el cello deja.

Po E M a

Como hojas de los árboles en otoño
caen los versos sobre el blanco poema,
llenándolo, en muchos casos,
de enigmático y definitivo resultado.

Hojas de los árboles
caen sobre el blanco poema,
Llenándolo
de enigmático resultado.

Hojas
sobre el poema
llenándolo
de resultado.

Hojas
poema
resultado

Po
e
ma

Escarbando en el olvido

Escarbando en el olvido.

Husmeando en la nostalgia del pasado.

En disposición de silencio y sonrisa,

un tanto socarrona en los labios,

queriendo descubrir sensaciones,

antes no percibidas y olvidadas,

depositadas por el tiempo

en el desván donde moran los recuerdos,

busqué la imagen primera del mar.

¿Qué sentí cuando por primera vez lo vi?

Cuando en otoño, antes de que caigan las hojas,

el colorido del árbol con la luz del atardecer,

nos regala su esplendor encendido,

¿Hubo también una primera vez?

Pero estas cosas no quedaron grabadas.

Sepultadas y en su infinito desorden,

el polvo del olvido, las ha borrado.

Frente al mar

Frente al mar, contemplando absorto

el cotidiano movimiento de la extensión,

agua casi sin límites, de rugosa superficie,

con cada ola sacudiendo su húmedo frío, 

elevando espumas, gotas y brumas,

combatiendo y desmenuzando rocas,

en diminutos fragmentos, abismados

en lo más profundo del mundo salino,

el viento me trae frente al mar que conozco,

retazos de vida, que con las olas

se aproximan con constancia hacia la orilla.

Patética op. 13

Las hojas del cerezo

trémulas se mueven,

con una leve brisa, diría soplo.

Me atraen en su inquietud,

mientras en el piano se inicia

el tiempo lento de la sonata Patética.

Como formando parte de la naturaleza,

dejó Beethoven sonidos tan bellos,

que hacen vibrar,

las hojas internas de nuestro ser,

invadiéndolas del veneno de la nostalgia.

Con cada nota te adentras 

en un mundo, del que no quieres regresar.

Retumbando aún en el interior,

se termina el tiempo.

¿A dónde regresa la música?

¿Y la nostalgia?

¿Y yo…?

Haz “Clik” en el enlace para escuchar  la música

https://youtu.be/H98Ms1wex2Y

Árboles

Por mucho que me adentre en la espesura

no acierto a comprender

¿Qué me dice el roble cuando

me apoyo sobre su robusto tronco?

No entiendo al haya y sus hojillas

tiernas en primavera, bailando

al son de de una silenciosa música

orquestada por una imperceptible brisa

El laurel que encierra a Dafne y sus laureles

gloriosos para las sienes del atleta.

El misterioso tejo, envuelto en nubes

de lo incomprensible para el hombre.

Al ginkgo atesorando tiempo,

¡tanta sabiduría  de lo vivido!

Quiero comprender su mensaje

escrito en sus hojas, lo pierdo cada otoño

sin entender el lenguaje…