Mármol de Paros I: Cantera

Bien calibradas naves, con su robusta quilla,

cortan un mar que se confunde con el cielo

a la búsqueda del codiciado material.

El mar con su delicada espuma, decían,

se ha petrificado formando un blanco monte.

En la isla nunca antes habían visto un barco así:

Espléndido velamen y armoniosos remeros,

gentes con bellas túnicas en cubierta.

Los parios contemplaban en la orilla el prodigio,

que siguieron, admirados, hasta la cantera.

Allí midieron, observaron pasando la mano

sobre los blancos y brillantes bloques

de espuma originaria, movidos por andrajosos

esclavos ajenos a la belleza bruta

que encierran esos bloques aún sin talla.

Los compradores miden y calculan 

cuántas tejas, saldrán de ellos para completar

la cubierta del templo a la diosa en Atenas.

.

Pérdida del paisaje

Busqué en las montañas

sus secretos más íntimos,

sus mensajes tan crípticos,

pero perdí el paisaje.

Indagué en los restos

de animales pretéritos,

que dejaron sus bellas instantáneas pétreas,

para enseñarnos cómo era su vida,

pero perdí el paisaje.

Rocas mostrando íntimas marcas

de catástrofes, inundaciones,

ondulaciones de las mareas,

restos de idílicas playas nunca vistas,

pero perdí el paisaje.

Levanto la cabeza de esos

paisajes petrificados, que

no podré disfrutar,

para recuperar el perdido,

el que realmente me permite

escribir esto.

Restos de un naufragio

En la oscuridad,

bajo la anchura de la noche,

cruzamos un mar de miedos,

con aguas abismales, donde flota

el baúl sin deshacer del tiempo,

de donde salen sonidos en forma

de palabras sueltas, como cenizas de frases.

Imágenes que no definen paisajes,

olores y sabores entremezclados,

atropellándose unos a otros,

formando una realidad desconocida

fruto de una lejanía arrastrada,

que llegara indescifrable a la orilla,

como cualquier resto de naufragio.

Luna

Cuando la mariposa

oscura de la noche

va envolviendo todo

en su aletear sin freno,

aparece en el horizonte

serena, inquietante,

iluminando hasta donde

la penumbra deja,

con una luz prestada

fría y enigmática.

Empequeñecida

sigue su no trazada senda,

dispuesta a alcanzar

al que tanta luz le sobra

desapareciendo

detrás de la montaña.

Cansada del camino

va perdiendo el rumbo

y cree perder el rostro,

derritiéndose como a Ícaro las alas

en su afán de acercarse

al que lo ilumina todo.

Viejo océano

El obstinado y viejo océano,

empuja onduladas y largas olas,

que impetuosas chocan contra las rocas,

removiendo espumas de corta vida,

que apresuradas van hacia la orilla,

destino final, sin entonar canción,

que como Arión, seduzca a los delfines

y detenga el final como destino.

¡ Vive !

Amanece un nuevo día.

¿De verdad es nuevo?

Un día es igual a otro,

No hay diferencia entre ellos

aunque se les haya dado nombres

para contentar a los dioses.

El placer o el dolor

los hacen diferentes.

Tú debes erigirte en dios

haciendo cada día a tu antojo,

degustando lo bueno con placer

trasformando lo malo en deleite.

Desabrocha los sentidos,

abre las cancelas,

quítate gorros, tiaras y correajes.

Entrégate a la bacanal de la vida,

el castigo es no llegar al fondo del placer.

Deja libre  los sentidos,

la culpa se inventó para no sentir.

La inventaron los rijosos dioses,

el dios rígido de la barba,

o el vegetariano de la pasividad,

y todos fabricados por nuestra inseguridad.

Lluvia

Cuando llueve,
me paro a escuchar el sonido 
de la lluvia sobre los cristales.
Su tintineo,
me despierta
y me hace mirar
la distorsionada realidad.

Luego me dejo arrastrar,
con las gotas, por la fina superficie.
donde marcados caminos,
de otras anteriores,
facilitan el paso.
Las de ahora,
indecisas,
bifurcándose,
en un lloro permanente,   
buscan como llegar
por el camino más directo.

Disfruto 
de esta bajada acuosa
de las gotas en el cristal
esperando
que la vivificante lluvia
me clarifique
cómo llegar allá...

Anacreonte

Sentimiento acre de la vida que 

al final plenamente cansa, 

colma  y destruye.

De la vejez y la muerte, decía Anacreonte,

la primera da queja,

de la que no se vuelve, miedo.

Los dedos de las manos, en la vejez,

se ahuesan, como en las de Cloto,

enrollando el final del hilo.

En su día también lucían hermosas,

con frescura de la edad perdida.

Enrollando la inagotable originaria hebra,

en vital hilo trasformada, llegará 

también Átropos a cortarlo,

dando fin a las que el fin daban.

Abedules

El verde plateado de los abedules

tiembla con la ligera brisa de la tarde,

en un conjunto de naciente primavera

bien anunciado por los cerezos.

¡Cómo han crecido los abedules!

Cercano queda el día,

en que, arrancados de

su ubicación sin futuro,

los planté cerca de mi vista.

Ahora, contemplo asombrado

su porte, frondosidad,

blanquecina y rosada  piel.

Debajo, un pequeño sotobosque,

donde las hojas otoñales,

perduran aún en medio de

la explosión primaveral que lo domina,

recuerda, a las que en lo alto vibran,

que pronto ellas

contemplarán también

la primavera desde abajo.

Si el tiempo es como el viento

Si el tiempo es como un viento
que arrastra los recuerdos 
como sedas al aire en un mar
en perpetuo movimiento.
Si en el pasado no quedara rastro
de nosotros al caminar descalzo
en la playa, mojándonos los pies
de espuma que muere en la orilla.
O si de niño, al abrir la ventana en la mañana
y recibir con asombro el sol en la cara,
y ser consciente que el día empieza
y antes no era nada.
Si no fuera así

Qué sería de nosotros si en el abismo
de los recuerdos, no pudiéramos
hurgar para alimentar la nostalgia
y ahora que casi acaba el futuro
ver lo que fuimos,
acabándose lo que es.