El color rosado sobre la nieve del Etna
va perdiendo su fulgor.
La tarde llega a su fin.
Cierro los ojos y me lleno de imágenes.
Grandes columnas dóricas
inundan mis pensamientos.
¿Que tienen estas calizas talladas
por manos expertas, elevando
hacia el cielo su robustez ?
¡Segesta!.
Templo olvidado y no acabado
en la ladera de un monte,
espera ver un destino propicio.
No tiene sentido tanto esfuerzo
sin dedicación, al dios elegido.
¡Zeus!
¿No quiso ser allí venerado?
Ni incienso, ni sangre de corderos,
ni el sonido de lira alguna,
hizo glorioso al templo.
El paso del tiempo lo elevó
a lugares más altos, donde
peregrinos de todas partes,
no necesitan al caprichoso dios
para embriagarse de belleza
y celebrar los ritos dirigidos
a aquellos que ordenaron,
tan equilibradamente,
la materia.
