A Ana y Jose
Tarde de estío en la plana Castilla.
En el corralón de la casona,
las acacias mitigan el calor.
Verde con fondo azul.
En el aire zumba un moscardón,
y en el alero del tejado
se ha parado una golondrina.
Silencio en el silencio.
El azul grita de calor, mientras
una mosca recorre, ligera, el borde de la mesa.
Un punto del infinito es esto,
y alrededor más infinito,
enmarañando el concepto.
Barcarola de tumultuosa soledad,
varada en un mar también infinito,
debajo de los brazos, llenos de quimeras,
yo, pobre habitante perdido en este mar amarillo,
me acerco al borde del mismo,
los días fueron creciendo sobre mi,
casi sin que me diera cuenta.
Y eso fue vivir.
Corriendo entre malezas y viento.
Lunes sobre martes…luego los domingos,
Tan alegres y tristes, con anhelos invisibles,
en las partes oscuras de la atmósfera…
La mosca sigue su camino, en el borde de la mesa.
