Pella

Camino lentamente sobre las losas
en la calle principal de la que fue Pella.
Los soportales del Ágora no me brindan sombra
El mar queda ahora lejano,
cada vez más lejos rompen las olas,
ansiosas por llegar a la orilla perdida.
No oigo el roce del agua en la playa.
No hay naves, de curvada quilla,
que golpeen los amarres sobre las maderas.
La tierra ha ganado al proceloso mar
inundándolo de cascotes, esplendor 
de las montañas circundantes.

Busco el fulgor de otros tiempos
en estas gloriosas ruinas de Pella,
donde se celebraban los éxitos de conquistas
y la destrucción de otras ciudades.
Y todo queda en nada, 
montones de cascotes del derruido  imperio,
colmatan y reducen el mar de la historia.

La soledad

La soledad inmensa de la tarde,

del metálico invierno declinando,

muestra gotas de lluvia que cuelgan

del castaño sin hojas en la vereda,

monótono orvallo, insistente agua,

viento que mueve la húmeda niebla.

Reflejos de mar tienen los suelos 

mojados, ventanas abiertas a batir

de olas, que los pájaros imitan con las alas

mirándose en los charcos buscando

luces ocultas del negado poniente.

Invierno cansado y en lluvia postrado,

musgos persistentes envueltos en verde

perlados de gotas y una hoja caída,

del castaño y a destiempo, dormida

ha quedado sobre el acuoso verde.

La primavera vendrá tiñendo los recuerdos

grávida de flores y de hojas verdes.

X Igual

¡Alocada letra!

No supe de tu existencia, 
en los felices años de la infancia, 
hasta que las profesoras, mandonas, 
y exigentes, con su aire terrorífico
como venidas de otro mundo,
te colocaron sobre el balancín del columpio.

Ellas lo llamaban quebrado
y desde aquel momento fueron apareciendo
nuevas palabras, 
venidas de no se qué otro mundo:
Ecuación, incógnita, despejar, sistema…

¿Qué alocada existencia la tuya!
Colocada siempre en diferentes sitios:
Arriba, abajo, sola, elevada,
multiplicada, sumada, restada, dividida…
y al final, despejada.
Y por fin, dejando de ser tú
O quizás siéndolo de manera más concreta,
valorada.

Llegado a este punto, 
Siempre quedé pensativo.
¡que complicación! Y que poca diversión, 
para jugar al escondite.

La noche arrastró los metálicos astros

La noche arrastró los metálicos astros
descendiendo por la ladera 
del otro lado del  monte, para 
dar paso a un viento precursor
de la alocada Aurora, sonrosada,
arrastrando el día y aproximando el cielo
Descubriendo lo negro de las sombras,
que la noche ayudo a ocultar,
muchas corren y desaparecen
perdiendo su oscuridad,
y donde estaban, sin recordar cómo era,
aparece claridad, 
¿sombras luminosas?

Los límites se extienden ampliando el espacio.
Adornando el silencio de los bosques,
inician su canto los pájaros.
El rocío amanece encendido de luces.
Van destacándose, setos, árboles, casas...
Veo llenarse de todo lo que la noche negó.
El día es firme y apuntala sus colores.
El estruendo del sol me azota la cara.
Y me siento surgir entre las cosas. 

El amanecer ha pintado un nuevo día.