Paisaje viejo, gastado, plano
donde la naturaleza se da un respiro
a otros tiempos de fatigas.
Todo consumado.
Lanzo la vista y el horizonte se aleja
hasta infinitos e inimaginables lugares.
Tierra rojiza, de pedregales,
donde hombres, también duros,
han sabido escucharla y, con esfuerzo,
extraer la abundante riqueza que atesoraba.
Un chozo blanco en la viña
refleja el sol del atardecer, como
un espejo que quisiera reproducir
hasta el infinito, la aplastante luz
de estas tierras; en el, ahora
se apoyan, viendo irse al astro,
hombres callados, --todo ya dicho--,
cansados de mirar sin saber adonde,
terrosos como la viña, duros
como el pedregal, resignados
como lo está la vid esperando
que alguna nube descargue,
sobre sus resecos sarmientos.
Algún día volverán a surgir,
nuevas montañas, nuevo
paisaje, nuevas ilusiones,
nuevas contemplaciones
en un atardecer, cálido,
donde el horizonte se acerque
y haya donde posar la vista,
despidiendo al mismo sol.