Ponto

He llegado a las orillas del Ponto.

Surgen de la mente imágenes, 

que condicionan mi mirada.

Navegando y entre lágrimas,

el poeta creó bellos versos

que el Aedo podría haber cantado.

Calmo. 

Como en un vaso, el agua llega a la orilla

casi sin romper. Entera. Quieta y callada.

Eolo, no manda al frío Bóreas, 

ni al Noto que contrasta con el gélido.

Quieto el Euro en su Oriente,

retiene al suave y blando Céfiro en el ocaso,

propicio para navegar a remo,

con el impulso rítmico de brazos,

acompasados por la lira tracia.

No he sumergido los pies, por miedo a romper

las imágenes falsas trasmitidas.

Miro al horizonte, por si el Argo aparece, 

con sus ensambladas maderas parlantes de Dodona,

en su viaje, adonde los carneros

tienen los vellones de oro.

Negro

Ponto Euxino prefiero. !El hospitalario¡

La mente, se queda en el horizonte,

entre un barco mercante y un transbordador.

En la orilla azules sombrillas brindan tibia sombra.

Hamacas, como parrillas, tuestan los cuerpos al sol.

El Argo se demora. No oigo tocar al Aedo.

Seguiré esperando, a lo lejos, el vellón brillar…

Varna Junio 2017

La luz de la nada

Creía que era el alba,

empujando con su luz tras la ventana.

Las ramas temblorosas del cerezo,

esparcían sus blancos aromas, 

que no llegaban hasta donde estaba.

También le pareció ver la alondra,

cantando y elevándose en la mañana.

El lucero, como un punto vivo, flotando,

se diluyó con la luz intensa, 

en la afinidad del alba con la nada.

Lágrimas

Quiero ver el límite

entre el ocaso y la noche.

Mientras contemplo,

los últimos y alegres colores del día,

titilan al otro lado las estrellas

sobre un fondo oscuro.

y la luna, con su reflejo,

intenta inventarse el día.

Quiero encontrar

la nítida transición.

pero unas nubes,

cargadas de lágrimas,

buscando sitio donde llorar,

me ocultan parte del cielo.

Tiempo

Etérea mariposa,
recién transformada
de devoradora larva,
vuelas ahora,
sin prisa aparente,
buscando,
con tus finísimas antenas
la mejor flor
donde desenrollar
tu alargada lengua
y llegar a lo más íntimo
de aquella que adorna la rama.
Acabas de cambiar
forma,
hábitos de comida,
preparado los mejores
y más vistosos colores,
para que tus alas
sean atractivas,
al fin de perpetuarte.
Y tan sólo tienes
unas horas por delante
para llevar a cabo
¡tanta tarea!
Silenciosa y sosegada
Incluso, me parece,
pierdes tiempo
contemplándome
desde el exterior de la ventana.

¡Oh! especie humana
Sin tiempo a libar,
sorbo a sorbo la vida.


¿Naturaleza muerta?

Roca desgarrada

Arrancada de su naturaleza

Golpeada, clavada, arrastrada,

Transformada, no en alada ninfa,

ni en Apolo autocomplaciente,

ni tan siquiera orlada para cualquier

capitel de los tres órdenes.

Trasladada por quien sabe qué manos,

te dieron la ubicación, sin entrada,

situándote en el doce peldaño

de la subida a la grada izquierda,

del teatro en la ladera de Pérgamo.

Tu destino no fue admirarte.

has soportado el peso de ¡tantos pies!

que ya falta parte de ti misma.

Ahora, contemplando la eterna representación

que sucede más abajo,

esperas que se baje el telón inexistente,

sin saber claramente cual es el final

de una naturaleza muerta,

a mitad de camino de una representación

Encina

Encina, estatua solitaria en la llanura,

lugar de encrucijada en el camino,

hito en la lejanía que indica el norte,

has conocido miles de pasos cansados,

todos los temblores del mundo conoces,

Sin agua fresca que prestara un río,

grata sombra de desnuda soledad,

proporcionas, en el calor del estío.

Una piedra arrimada a tu tronco

reposo, tal vez, del ser cansado

al reverberar el sol del mediodía,

encendiendo las piedras y la arcilla,

alguien colocó un día,

descansó sobre tu rugosidad su espalda,

tú le diste apoyo y él su compañía.

Tus perennes hojas con ojos miran,

los caminos polvorientos y escarlatas,

acercándose en ellos, los que buscan

la grata sombra de desnuda soledad

Llega la primavera

En pleno y frío día de invierno

casi sin darme cuenta

se presentó tímidamente la primavera

Y una sensación de renacimiento

recorrió, reconfortante, todo mi ser.

Pero poco había alrededor

que justificará que ella estaba.

Aún los árboles desnudos,

las aves frías en el río,

las cumbres blancas de nieve

y el frío invernal azotando las mejillas.

Tan sólo un salguero en la orilla,

mostraba unos incipientes brotes blancos,

que pronto estallaran como flores abiertas,

y allí me pare a contemplar anhelante,

el aviso de que inexorablemente llegara.

la que me había hecho estremecer

Paisaje 356

Hay paisajes que uno contempla 

¡Tan extasiado!

que necesitaría que el tiempo, con su ímpetu,

se parara en infinita contemplación.

Y entonces espero a que la oscuridad,

imponga el desvanecimiento del milagro.

Lentamente en las orillas del recuerdo,

voy recogiendo los elementos 

que construían el entusiasmo,

en un rincón del tiempo. Así

colocados en cajas: «Paisaje 356»

en los desvanes oscuros del olvido,

a fin de recuperarlos y revivirlos 

en la tibia luz del atardecer.

Yellowstone

No cabe encontrar

la perfección matemática

en sus formas,

como en la simétrica

naturaleza mineral.

Aquí todo es enorme

hasta en lo mínimo.

Abstracto en lo real

y al mismo tiempo cambiante

en su presentación.

El tiempo cuenta

para la percepción.

El archivo visual de colores

aumenta el contenido

en matices antes no percibidos

y crees haberte caído

sobre una tela de Rothko o de Vicente.

No podemos colgarte en un museo

y por eso te pintamos

Amazonas (Impresiones ante el friso del Mausoleo)  

Hijas del frío río que no os nombró.

Llegasteis para combatir

en la colina frente al gran templo.

Como un finísimo peplo

la muerte cubrió

vuestros cuerpos despechados y valientes

Mausolo, más famoso que vosotras,

con la ayuda del de Paros,

os incluyó en su pétrea magnificencia

inmortalizándoos,

para ser recordado siempre.

Se ha borrado vuestra historia,

vuestra leyenda,

vuestro ideario.

Solo la calcárea roca

muestra la maestría en el combate

Y la elegancia del ceñido y abierto quitón.

 Os nombra la inmensa masa de agua

que riega vastas tierras,

recordando vuestra feminidad acorralada

y en la pasarela pétrea,

del lateral de la arquitectura mortuoria,

permanece el escaso ideario divulgado.

Scopa, escultor de Paros, fue encargado de esculpir un friso lateral del Mausoleo de Alicarnaso, representando la batalla de las Amazonas con los Lapitas, que tubo lugar frente al Partenón. Actualmente se conserva, en parte, en el Museo Británico. ¡Cómo no!