Hijas del frío río que no os nombró.
Llegasteis para combatir
en la colina frente al gran templo.
Como un finísimo peplo
la muerte cubrió
vuestros cuerpos despechados y valientes
Mausolo, más famoso que vosotras,
con la ayuda del de Paros,
os incluyó en su pétrea magnificencia
inmortalizándoos,
para ser recordado siempre.
Se ha borrado vuestra historia,
vuestra leyenda,
vuestro ideario.
Solo la calcárea roca
muestra la maestría en el combate
Y la elegancia del ceñido y abierto quitón.
Os nombra la inmensa masa de agua
que riega vastas tierras,
recordando vuestra feminidad acorralada
y en la pasarela pétrea,
del lateral de la arquitectura mortuoria,
permanece el escaso ideario divulgado.
