Cristales del crepúsculo

La tarde cae sobre Manhattan.

El sol, en su marcha, enciende los ventanales

de los elevados edificios,

al mismo tiempo que desde dentro,

empiezan como luciérnagas sobre un árbol,

a iluminarse en recuadros dorados,

compitiendo con el sol en una carrera,

que éste sabe perdida, porque está a otra cosa.

¡Cristales del crepúsculo¡

Hay un tiempo en que se vislumbra 

aún la actividad interior de oficinas,

hasta que el sol ya ido, dejó la oscuridad

invadir cada rincón de la ciudad.

Las calles como venas de un gran cuerpo,

energéticas mueven la sangre roja

de los coches que no paran.

Aguas del mar océano

Aguas del mar océano,

transparente gruta de la vida,

refrescante caricia de la tierra

por húmedos brazos ceñida,

vestida de plata y gasa

cuando la fugitiva luna ilumina.

En su cielo interior constelaciones

de peces brillan como estrellas.

Firmamento inquieto en su trayecto,

mareas ansiosas de llevar a lo profundo,

diminutas partículas de la tierra,

arañando hasta deshacer la firmeza,

dejando la roca desolada

volviendo al origen de su existencia.

Por los ríos te comunicas con la nieve,

en el vapor gélido de los glaciares,

aguas presurosas por llegar al vientre,

a mezclar el infinito material transparente,

reservado a generar nueva vida,

en un ciclo que no muere.

Adagietto

Unas notas del arpa, inician

el Adagietto de la 5° de Mahler.

Lento en el Adagio, van apareciendo notas,

como la luz crepuscular sobre el agua en movimiento

que se deshace en esquirlas iluminadas 

y que forman el haz del sol en el momento oscuro de las horas,

al final, en el límite del día.

Juntas las notas van formando melodía y las cuerdas,

melancólicas, arrastran y lo envuelven todo,

en un paroxismo de los sentidos, 

desposeídos de luz. 

Solo iluminan los sonidos.

Partenón


Los silentes calcáreos peldaños,
la tenue luz inicial (apenas nacida),  
la fresca y suave brisa matinal,
acompañan mi subida iniciática
por los graderíos propíleos,
hacia la morada de la diosa en la tierra.

Busco huellas de otros pasos
guiadas por incomprensibles
compromisos divinos, 
que a lo largo de siglos, 
aumentaron las humanas penas.

Pétrea naturaleza,
nacida lentamente en pretéritos mares,
arrancada del erguido Pentélico,
transformada por el terrenal Pericles.
en un mar de espuma marmórea,
modelada en la más sublime belleza,
que ojos puedan contemplar.

Mar sin brisas,
sin olas, sin azul…
detienes mi subida en el último peldaño,
para aspirar el aroma,
evocación del mar original.

El destino está más arriba
en el bosque lítico que albergó 
a la guerrera letrada.
El añil celeste, da paso lentamente,
a la cúspide del frontón desvalijado,
que la belicosa diosa no defendió,
Y la vista desciende,
desde la cúpula de los árboles dóricos,
hasta su base,
arrastrando los párpados,
para atrapar 
¡tanta hermosura acumulada!.