Ha venido a quedarse el silencio donde silencio ya había, perdiéndose sus límites entre, la tarde que caía, sin estrépito, y el monte azul que de ella tira. Un viento, fingiéndose brisa, se inventa caricias, mueve las hojas, con soplos de sombra y rayos que terminan, imitan a inquietos pájaros y estos, quietos en la rama, miran sin trinar, los pasos lentos del astro recogiendo los rayos en su aljaba.
