El hombre en la orilla del mundo

El hombre en la orilla del mundo
espera que la última ola salobre lo lleve, 
como Caronte, hacia la otra orilla,
en la potencia extendida de las aguas,
encrucijada quimérica de la vida,
que ansía perpetuarse más allá del horizonte
cuando ya la barca al puerto ha arribado.

El único movimiento, al suave vaivén de las olas,
los ojos entreabiertos a los dorados rayos del ocaso.
Un brazo caído empuja la mano hacia
la fragancia húmeda del agua salada,
como queriendo regresar a su reposo,
volver a ser origen, materia o despojo.
Invitándote a ser la piel desnuda del planeta.

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