Diariamente rejuvenecida la Aurora, se muestra esplendorosa con rosadas sedas, coloreándolo todo por unos instantes, a fin de sentirnos renovados y animosos. En la inconsciencia de renacer cada día, se olvida, como cuando se enamoró de Titono, que el tiempo hace mella en los mortales, abocándolos hacia la inevitable vejez, preludio de la liberación de los elementos de los que estamos hechos y que sí son eternos.
