Parece que el impresionarse por algo
es producto de mejores tiempos pasados.
El estremecimiento al juntar palabras,
por ejemplo,
y descubrir que significan algo.
¿cuándo dejó de ser ese algo accidental,
para volverse, invariable y cotidiano?
Descubrir el vuelo de la mariposa.
¿Cuándo fue?
Siguió el descifrar los enigmáticos,
signos y dibujos que muestran sus alas,
que darían miedo si luciera un elefante.
El invisible viento, golpeando la cara,
o doblando las copas de los árboles,
al que siempre, sin verlo, distinguimos.
Luego vinieron los adjetivos:
Fuerte, racheado, huracanado,
húmedo, vespertino, ligero.
Solo adornaban el concepto.
Fruto es todo del aprendizaje.
Ahora, ya con las tres patas,
como el acertijo de Tiresias.
¿Se agotó el aprender de la vida?
Acariciar la vida es mejor que recordarla.
«acariciar la vida es mejor que recordarla»
Así es. Un saludo.
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Ese último verso es la mejor expresión del vitalismo.
Gracias
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