El silencio ha invadido el susurrante bosque.
Las ramas henchidas de hojas guardan,
el secreto de la savia y sombra verde,
subiendo por arterias hasta lo insignificante
dejando atrás la aridez del pasado,
sonríen las hojas con los cálidos rayos,
de un sol que se inmiscuye por los huecos,
en un intento por llegar hasta las flores
diminutas que nacen en el suelo.
Al equipo de Vestigia
Hay palabras solas, nadie las usa,
esperan en un silencio florido.
No son materia, ni tiempo,
guardan en su interior
esencias dispuestas a salir
de su frasco y expandir su aroma.
Alguien, alguna vez las usó,
luego, aquí o allá, donde estuvieran,
quedan atrapadas en el olvido
donde no llegan los usos del lenguaje.
Pero el oxidado recuerdo asalta,
en vociferaciones de frases, surge
con su música, del vacío, fugaz,
mostrando su belleza plena,
imposible de tocar,
adornando con su brillo aroma,
a donde las palabras van.
El pensamiento es como un ave
que revolotea entre las hojas del pasado,
hurgando en el abismo de la vida,
recuerdos que surgen diferentes
en el deseo de modificar el ayer,
ansias de descifrar encrucijadas..
Volando entre intrincadas ramas.
formas invisibles del olvido,
sin mañana para el canto de la alondra,
desfilan como sombras en un océano perdido,
que los sentidos, reviven y transforman.
Lo que fuimos se deshace en el olvido
junto a lo que no pudimos ser,
es el luminoso presente el que conforma
y nutre la realidad, con atrezzo del pasado,
obligando al futuro a volver otra vez, hasta
extinguirse como el rayón de tiza en la pared,
cuando llega la esquina y dobla,
poniendo fin a la eternidad.
La alondra, con sus enigmáticos trinos,
tira de los hilos rosados de la aurora.
Inflamada de deseo silba a la luminosa
que todo lo inunda y vuela hacia ella
engañada por los flujos brillantes,
eligiendo rosados rayos que, al volar
hacia ellos, se transforman en vacío,
iluminando, luego, las sombras del suelo,
donde los gorriones, ahora despiertos,
picotean las perlas doradas de rocío.
Revolotean jugando con el aire en el cenit.
Es el fulgor del día.
El viento se lleva hojas y sombras
y las deja atrapadas en un rincón.
Las sombras de los árboles se alargan
se dirigen raudas a lo alto del crepúsculo,
la tarde se lleva al mundo y pasa,
la alondra canta su muda canción.