La tarde no había acabado pero,
empezaba su declive hacia
la impermanencia de las cosas, cuando
la luz juega a esconder los límites,
llenando el abismo de formas.
La luna, tranquila con su disco,
luz de plata de resplandor puro,
de lo oscuro y en penumbra,
atrapa nuevamente ciertas formas
dando continuidad al abismo.
Como rescate imposible de la muerte,
así la Aurora y el Sol refulgentes,
salvan con hermosa melodía,
primero las cimas altas, para luego,
desterrar totalmente,
las sombras imperiosas de la noche.