Paisaje viejo, gastado, plano donde la naturaleza se da un respiro a otros tiempos de fatigas. Todo consumado. Lanzo la vista y el horizonte se aleja hasta infinitos e inimaginables lugares. Tierra rojiza, de pedregales, donde hombres, también duros, han sabido escucharla y, con esfuerzo, extraer la abundante riqueza que atesoraba. Un chozo blanco en la viña refleja el sol del atardecer, como un espejo que quisiera reproducir hasta el infinito, la aplastante luz de estas tierras; en el, ahora se apoyan, viendo irse al astro, hombres callados, --todo ya dicho--, cansados de mirar sin saber adonde, terrosos como la viña, duros como el pedregal, resignados como lo está la vid esperando que alguna nube descargue, sobre sus resecos sarmientos. Algún día volverán a surgir, nuevas montañas, nuevo paisaje, nuevas ilusiones, nuevas contemplaciones en un atardecer, cálido, donde el horizonte se acerque y haya donde posar la vista, despidiendo al mismo sol.
