Algún día iré a ver el mar, el agua ancha
que se extiende hasta el horizonte.
Y calmar la sed de olas y espumas.
Ver las gaviotas jugar con las brisas.
Y las olas, llegar exhaustas a la orilla,
donde tenga los pies descalzos,
hundidos más y más en la arena.
Allí siento que todo revive, permanece,
repitiendo siempre lo mismo.
Renovándose muy lentamente,
pareciendo que el tiempo no pasara.
La tarde llega a su fin.
Al sol lo engulle un agua rojiza.
Y las olas con su cadencia
siguen llegando a la orilla.