Esculpida en el aire tenso,
al encuentro del alba sonrosada,
una hoja de otoño alabeada,
retuerce sus bordes ya resecos
y se dora, ardida de luz, en la mañana.
Resignada a irse al tetragrama
de tierra, agua, fuego y aire
que el canto del paisaje reclama,
formas efímeras despoja,
de su tersa frescura y lo posterga,
desposeída ya en su abandono,
a lucir la luz postrera que la acosa.
