Rápidas y agitadas descienden
las aguas henchidas de luz,
que a través de los alisos
ilumina el sol de la mañana.
Se van transformando las sombras
en la soledad acuosa y sonora.
Cada rincón recibe luz en movimiento,
¿son minutos o solo segundos?,
de un abismo de furia luminosa.
Alguna hoja,
agitada por una levísima brisa,
plena de vida, reparte
rayos que sobresaltan a las sombras.
El agua, vestida de sedas, insinúa
en transparencias sus puntillas blancas,
mientras ondulante y constante pasa.
Desde lejos, el sol en su cenit
Ilumina los contornos de los árboles.
Los sonidos crean un silencio inmóvil.
Todo se mueve lentamente y sin sonido,
cegado por el sol,
al salir de la vida hermosa de las cosas.
