Al igual que el pincel elige el color
y se impregna en él y al dirigirse al lienzo,
la mano duda que trazó hacer,
con qué intensidad dar color a lo inexistente,
y suave se desliza apareciendo
sutiles realidades, de entre los humos del enigma,
y parece que no hay vuelta atrás,
de un cuerpo vivo el lienzo se puebla.
Así nos fue dado el pincel
y ante el blanco lienzo, con destreza,
fuimos pintando y dando color,
con trazos que puedan verse y leerse,
sin importar el estilo, indistintamente,
las rosadas auroras y rojos ocasos,
el cielo siempre azul y verdes los campos