Va extinguiéndose la noche.
La aurora prepara sus sedas
para que las mueva el aire.
Los colores, negados en lo oscuro,
esperan ansiosos mostrarse,
rosas casi rojos, amarillos casi blancos,
y del negro, grises que se tornan azulados.
Prodigioso espectáculo de las formas,
líneas nuevas delimitan lo oscuro
transformando lo conocido en ignoto,
llenando de imaginación lo real.
El sonido, durmiendo en silencio,
bosteza los primeros gorjeos en los pájaros
que, en una explosiva algarabía,
levantan lentamente el oscuro manto.
Se yerguen las montañas de su raíz,
del cóncavo firmamento su azul se adivina.
Canta el gallo, ladra un perro en la lejanía,
otros lo imitan en el coro de la obertura,
componiendo su armonía,
aumentando la angustia de la certeza,
confirmando, aún en los retazos de la noche,
el resplandor del nuevo día.
