En el olvido natural del día
la luz cae en las crestas de los montes
encrespándose como oscuros muros,
después del espectáculo brillante,
en la profundidad ilimitada del tiempo.
Por los caminos desvanecidos
llegan olores oscuros del bosque,
resuena aún el sonido de pasos cansados.
Aún hay calor en la pradera.
A expensas del tiempo, unas vacas, pastan
indiferentes al avance de las banderas de la noche,
del río mana aún claridad y el sonido del agua,
se une al gorjeo de los pájaros en las ramas.
Es la emoción del orden.
Un vacío inmenso de la vida que se acaba.
