¿Qué pretende un poema escrito,
atendiendo a las métricas imperantes,
o a la tacañería de palabras, como Simónides,
especializado en epitafios cuyo limite pétreo,
le hacía no pasar de dos hexámetros,
concisos, para ser leídos por los condolientes
del difunto, negociado muchas veces en vida?.
El poema cobra vida, con medidas o sin ellas,
tal cual la magia del lector, en solitario,
mueve los significados, salidos del fondo,
donde la memoria atesora, a su manera,
lo que en una vida se va acumulando.
Todo sale de las palabras y del modo,
pretendido, como ellas aparecen en el texto.