Abúlico desciendo la vereda,
gastada de pasos ya sin cueros
Azabache saliendo al encuentro,
abisma las formas de los árboles,
el silencio en ondas apagando
los sonidos de la tarde
hasta perderse en el olvido.
El agua con ansias de mar se acerca.
Nada interrumpe el andar,
del paso firme hacia la orilla.
Ni un guijarro siquiera
para, al tropezar, detener el tiempo.
Los pasos se acaban,
El pasado se aleja,
El futuro se presenta.
Una barca, en la orilla, sestea
Sentado al timón, Caronte, espera.

No parece muy abúlico el poeta, a pesar de su confesión; no pierde detalle en su caminar y acepta con tranquilidad la espera de Caronte.
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