Tendido al lado de tu espectáculo
me llega el salado de tu azul transparente
diluido en el aire que me acaricia.
Los blancos me mecen al vaivén de las olas
y estas, exhaustas, llegan rendidas y silenciosas a la orilla.
En el horizonte, lleno, inmenso, infinito
la ruidosa inmensidad cabalgando,
estallando los belfos desbocados,
en espumas horizontales,
que acosan al ardiente amarillo.
Insistente multitud de mar.
Infinito movimiento…
inmensa vasija en cuyo borde contemplo
el fuerte bóreas y la luna saliendo…

Hoy nos traes el mar,ya tan cantado,siempre el mismo y siempre distinto y me llega a los pies en la ciudad seca.El salado del azul de tu mar de Salinas o de Grecia.Y me entran ganas,ay,de subirme a ese caballo desbocado un ratito,aunque estemos,desgraciadamente , destinados a estar al borde de lo inmenso siempre.
Y me llegan los ecos de la duda de Alberti «el mar,la mar, solo la mar»
O ese bellísimo verso que lo homenajea «el mar – la mar- como un himen inmenso» de Blas de Otero ,que nunca,nunca,desentrañaremos del todo,por su insistente multitud, pero cuya inefable belleza,nos es concedido disfrutar ,en vivo,o ,como hoy yo,a través de tus plásticos versos.Muchas gracias.
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Gracias por tus bellos comentarios cargados de imágenes que me hacen volver a sentir el poema.
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