Noble roble
en la hondonada de Dodona.
Ni el canto armonioso del mirlo,
ni el enigmático canto de los cuervos,
ni los nerviosos movimientos
del doméstico gorrión,
saltando sin cesar
alrededor de tu tronco,
superaron al levísimo susurro
del viento en tus dentadas hojas,
para vaticinar los destinos humanos.
Te adoraron,
te engalanaron
te protegieron con muros bien labrados
para que el oráculo fuese favorable
o por haberlo sido.
Tú orgulloso crecías
y te ramificabas,
como un roble,
viéndote magnífico.
Solo el mirlo, el cuervo y el gorrión,
indiferentes a tanta incógnita,
disfrutan de tu fronda
y de tu sombra…

¡Qué evocador poema!.
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