La margarita

Al igual que la margarita
la vida tiene pétalos, o inflorescencias,
que vamos con el tiempo arrancando,
sin adivinar el "quiere o no me quiere"
que coincida con el final.
El tiempo y su historia llenaron
cada pétalo blanco arrancado.
El viento, ahora, los lleva al olvido
y en su vuelo desprende palabras,
que caen sobre el último pétalo.
Ceniza de lo que ha sido tuyo.

Del agua de este río.

Del agua de este río ya he bebido,
aunque no supe lo profunda que era la sed.
Ahora pasa, sin inquietarse, ¡como siempre!
y mis labios están resecos pero sin sed.
No lamento haber dejado pasar
un río grande entre mis dedos sin beber una gota de él.
Bajo el ciprés la sombra es estrecha.
No refresca más el viento si sopla más fuerte.
De las gotas bebidas no se queja, por su falta, el mar.
Delante de nuestros ojos ya pasó nuestro destino,
y solo queda recoger guirnaldas y banderas.

La llanura

La llanura se espesa en la vastedad
de los campos repitiéndose
en presencia de la soledad de la nada.
Bajo un cielo plano que la imita,
allá en el infinito, ¡quién sabe si se juntan!.
El aire amarillo de la tarde roza la tierra
llevándose los estertores húmedos,
ajenos a recuerdos de lluvias que no hubo.
El paisaje no se queja del ardor de cada día.
El tiempo pasa con lentitud las hojas resecas
del libro donde no habita la esperanza,
de que un día se humedezcan tanto las hojas
que puedan tener una pátina de verde.

Del sueño

No sé si fruto del azar
o que el depósito de recuerdos
desbordado de contenidos,
invade la mente al amanecer,
al calor de las sábanas templadas,
mezclando,
como palabras inconexas de un texto,
en un tumulto de silencios,
imágenes pretéritas que existieron,
junto a otras, muchas veces impertinentes,
que vienen pregonando fueron ciertas.
No hay tiempo marcado en el relato.
Y sobre las borrosas claridades,
soñadas en realidad,
brinda algo de opacidad un velo,
que corrige la distancia a lo real...