Empédocles

Las olas de un mar calmado,
llegan con constancia,
a la arenosa y desolada orilla.
A pocos metros se yerguen,
aún altivas, deseosas del volver
al origen, en el sudor de la tierra,
esbeltas columnas del que fue
templo de Apolo en Selinunte.

Empédocles, sentado
en la pétrea escalinata del templo,
contempla, el sudor azul celeste,
suavemente ondulado y plateando
en las crestas de su superficie,
anhelando recuperar la naturaleza
anteriormente unida y ahora separada.
"Nunca los elementos cesan de cambiar
de lugar continuamente..."

Se levanta acomodando el tribón.
Una mano apoyada en la estriada columna,
la otra extendida por alcanzar "el sudor de la tierra"

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