Contemplo un cuadro en movimiento aparentemente inmóvil. Dos azules se juntan sin mezclarse. Las cadenciosas olas no rompen la quietud del paisaje y la orilla húmeda las acoge en su lenta muerte.
Un poco más atrás yo, petrificado, la vista en la unión de los azules, embriagado de quietud.
Por la derecha aparece un velero, blanca vela extendida, sobrevolando el agua, negando la pintura, se aleja, hasta situarse en el índigo horizonte donde permanece atrapado por la ausencia de movimiento.
Sigo en mi sitio sin saber si alguien pintó el barco o estaba ahí desde el principio.
Me encanta el poema
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