Constante ir y venir.
Suavemente unas veces.
Impetuosa y golpeante otras
eres la dueña de todo.
El acantilado, quieto,
espera tu cambiante carácter
y aunque es duro,
se entrega como víctima
al altar de la insaciable demolición.
Dices que son otros los que guían tus actos,
que estás atada a sus caprichos.
Gea se queja de tantos golpes y
Eolo,
colgado de uno de sus cuernos,
se ríe y corteja a Selene.

Qué bonito. «La mar» Así la nombras.
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