Por las afueras del pueblo
caminando hacia la era,
en esa hora en que la tierra se estremece
alargando los muros exentos de hiedra,
se adelanta la figura,
larga,
tumbada en los secos rastrojos
por un sol caído en el ocaso.
El paseo llega hasta la solitaria encina.
de la que cae su esplendor dorado,
alguna paloma ronronea en las ramas,
del morado cielo surgen silenciosas
y en orden algunas presurosas estrellas.
Llega la noche en La Mancha.
