El río, el árbol y el mirlo

Del río pasa el agua ensimismada,
sabedora del destino que la lleva.
Transcurre lenta e idéntica a sí misma
que el álamo no para de mirarla.
El aire capta el frescor del cristal
levantándolo hacia las ramas del árbol,
y se diluye invisible en él,
sin que las hojas lo noten.
Un mirlo observa atento la escena,
y el agua impasible baja.
La luz de la tarde muestra sus oros
y entre las ramas un rayo incidente,
como una espada en diagonal,
hiere la superficie del agua.
En ese momento de la tarde
el mirlo, desde la rama empieza a cantar.
Yo creo que está diciendo a todos
lo que ocurre cuando el agua del río pasa.

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