El mar quieto y callado

El mar quieto y callado en su maradero,
acoge a resguardo varias barcas,
dos de ellas amarradas al único noray,
donde estoy sentado contemplando
el leve vaivén del agua en su espejo.
Con cierta cadencia suena un golpe seco
del agua contra la dormida barca
y me llega el golpe a través de la cuerda.
Las últimas esquirlas del sol aún titilan
en la superficie de la acorralada mar.
Ensimismado en ellas hasta su extinción
levanto la mirada y
todo el espacio ha sido invadido por la noche.
El ritmo del tiempo sigue implacable.
Vuela decidida una gaviota.
El golpe sigue su cadencia.
En las pausas se intensifica el olor a mar
que trae a tierra la fresca brisa.

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