La llanura se espesa en la vastedad de los campos repitiéndose en presencia de la soledad de la nada. Bajo un cielo plano que la imita, allá en el infinito, ¡quién sabe si se juntan!. El aire amarillo de la tarde roza la tierra llevándose los estertores húmedos, ajenos a recuerdos de lluvias que no hubo. El paisaje no se queja del ardor de cada día. El tiempo pasa con lentitud las hojas resecas del libro donde no habita la esperanza, de que un día se humedezcan tanto las hojas que puedan tener una pátina de verde.
Qué bonito poema y que bonita ilustración.
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