Temprano en la mañana cruzo la ciclópea puerta de los leones. El gris de la caliza aún no reverbera, por el calor que pronto ha de surgir de un sol que amarillea el cielo azul. La magnificencia de la puerta deja pequeñas las estancias donde habitaron los micénicos. Sobrevuela la ciudadela un águila, justo para pensar que el dios está regresando. Dejo al pensamiento volar como ella al intentar extraer la magia del mundo pétreo. Cuesta distinguir la ciudadela del gris promontorio donde está situada. La puerta, grabada en la mente desde niño, como para confirmar la memoria, surge ahora más grande y bella.
De la reluciente llanura argiva, el viento trae, olor dulce a naranjas maduras.
Gran poema.
Me gustaMe gusta