El olor a naranjas



Temprano en la mañana cruzo
la ciclópea puerta de los leones.
El gris de la caliza aún no reverbera,
por el calor que pronto ha de surgir
de un sol que amarillea el cielo azul.
La magnificencia de la puerta deja pequeñas
las estancias donde habitaron los micénicos.
Sobrevuela la ciudadela un águila,
justo para pensar que el dios está regresando.
Dejo al pensamiento volar como ella
al intentar extraer la magia del mundo pétreo.
Cuesta distinguir la ciudadela
del gris promontorio donde está situada.
La puerta, grabada en la mente desde niño,
como para confirmar la memoria,
surge ahora más grande y bella.

De la reluciente llanura argiva, el viento trae,
olor dulce a naranjas maduras.

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