El reloj dorado con cronómetro en la repisa de la chimenea, se deshace, al calor de troncos encendidos, de un haya joven y seca creando un universo de estrellas, que titilan en la oscuridad. Los segundos, dorados, gotean tiempo con cadencia, formando en el suelo charcos de horas consumadas, en un todo de brillo prestado

Ese charco de horas consumadas y de minutos dorados es tan bello.
Gracias por esos regalos.
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A ti por ser minuciosa al leerlos
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