He salido al campo sin relieve.
He visto al cielo azul aplastar la tierra.
He mirado la línea, algo curvada,
donde se encuentran ellos.
Me he dirigido por un camino recto
trazado parece hasta la confluencia,
y he hecho la pregunta:
¿hasta donde he pretendido llegar?
He ido dejando amapolas rojas,
que han goteado en el amarillo
y como ojos enrojecidos de mirar al sol
han bajado ligeramente la mirada.
También me he fijado en tres piedras,
redondas, desgastadas, quietas,
en descanso de anteriores inquietudes
como su forma manifiesta.
Y no han dicho nada.
Poco a poco ha ido apareciendo
la copa oscura de una encina,
entregando su sonido a la brisa.
Solitaria, robusta de tronco
he sentido la necesidad de rodear con los brazos
la rugosidad de su piel
y me he sentado a su pie y
he recostado mi espalda en su tronco.
he descansado,
he sonreído y
he vivido