El crepúsculo, casi cadáver, difumina los últimos rayos sobre el cielo, apoyando su cansado cuerpo en el borde de la montaña, hasta que no se deja ver. La aurora, ansiosa por un mañana, manifiesta, con efímeras y rosadas líneas en el cielo, que está dispuesta a aparecer, mientras las oscuras sombras, formando huellas ilegibles, caen y dejan todo en letargo, descanso de la ardiente luz, en exceso, del día. Solo canta al oído el agua.

Muy bello
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