Paseo por calles de trazado perfecto.
De la ciudad solo queda eso: un trazado.
Piedras formando muros de medio metro,
delimitan viviendas, desaparecido su esplendor.
Rico umbral de mármol pentélico adivina
un peristilo y en el suelo restos de guijarros,
que seguro formarían escenas divinas,
llevan la imaginación a complacientes
escenas de la vida interior.
Adonde quiera que mire estas ruinas,
vacías y oscuras, donde hubo gentes
que vivieron y encanecieron en ella,
estoy en su futuro que no alcanzaron a ver,
en un presente en el que tan solo la nostalgia
permite adivinar, como fue la vida
en ese hoy enigmático lugar.