Cae la lluvia breve

Cae la lluvia breve y atardece.
Acrecienta el verde de las hojas.
Las maderas de la puerta se hinchan
y cobra vida, quejándose al abrirla.
La tela de araña se llena de perlas.
Por un hilo desciende una hasta caerse,
las otras tiemblan inseguras, y la araña calla.
El caracol diluye su baba y se desliza
hacia quien sabe que cercano destino.
Los alfileres de la lluvia agujerean el aire,
mientras las sombras van tejiendo
el manto de la noche, que cubre,
pero no impide a la lluvia llegar, fina y constante, 
hasta los últimos rincones de la tarde.

Nieve

Se ha mudado totalmente el paisaje, 
llenándose de historias nuevas,
con el envoltorio blanco de la nieve.
Todo igualmente está debajo, pero
ahora dan ganas de empezar de nuevo.
Los árboles, las praderas, las rocas,
todos han quedado ocultos.
No hay polvo en los caminos.
El rumor del aire entra en el pecho.
No hay hojas que le pongan sonido.
La luz resbala por las superficies níveas,
dando claridad a la noche.

Respirando hondo el frío aire,
miro el tintinear de las estrellas 
único sonido en el silencio,
y miro el excelso efímero paisaje.

Solo canta al oído el agua

El crepúsculo, casi cadáver,
difumina los últimos rayos sobre el cielo,
apoyando su cansado cuerpo
en el borde de la montaña,
hasta que no se deja ver.
La aurora, ansiosa por un mañana,
manifiesta, 
con efímeras y rosadas líneas en el cielo,
que está dispuesta a aparecer,
mientras las oscuras sombras, 
formando huellas ilegibles,
caen y dejan todo en letargo,
descanso de la ardiente luz, 
en exceso, del día.

Solo canta al oído el agua.

Horizonte

Ya los últimos rayos de un sol cansado,
acarician la superficie dorada del trigal.
No hay un horizonte aserrado para irse,
solo una lejana línea al final, y caerá 
volviendo, a pesar de tu cansancio,
iluminando, desde otro lado,
la muchedumbre muda del trigal,
calentando en la mañana un nuevo día,
y tu, con tu cansancio y en la tarde,
nostálgico del tibio calor de los ocasos,
a la búsqueda de la piedra y del árbol,
donde, con rutina te sientas y reposas,
a la espera del horizonte por donde marchar.

Ayer, al atardecer

Ayer, al atardecer,
me acerqué a un remanso del río
a esperar que el cielo
tiñera las nubes de amarillo,
a sumergirme en el aroma del silencio
del agua descansando en el remanso,
contemplar cómo el agua ansía la nube blanca
que, ingrávida, se desliza en el espacio,
queriendo saltarse el ciclo.
Permanecer inmóvil quiero.
Quedar flotando en el tiempo.
Solo el movimiento de los pájaros 
en su vespertina algarabía
y el oro encendiendo el verde
de la ribera florida.

La noche pronto llegará.

A las pruebas del mundo me remito

A las pruebas del mundo me remito,
¡Al fin el mundo es esto!
Una llama que devora lo vivido.
Un bosque lleno de árboles que no veo.
Un mar que se niega en el horizonte.
Una nube que tapa el azul y amenaza empaparme.
Un grito que en la noche se hace estrella.
Oxigeno que me permite respirar y que no veo.
Y exhalar el CO2, al contemplar, la salida del sol.
Una hormiga atareada acarreando una hoja.
Yo con mi libro en la cola del bus. Cuestión de perspectiva.
Infinidad de colores para disfrutar de la primavera.
También el blanco y negro para días de tristeza.
El perseverante crepúsculo anunciador del fin de todo.
La roca que ha vivido !tanto¡
La arena que acaricia mis pies y que fue roca antes.
La Tierra, un grano de arena en la playa del universo
El río que insistentemente pasa,
juntando unas gotas a otras gotas.
Al encrespado mar, dirigen el vuelo, las gaviotas.
Las palabras ensartadas, repetidas y habladas,
una y otra vez sin ocupar espacio.
Los planetas, los países, las fronteras,
Los cañones, los aviones y las guerras
Las religiones, las mentiras y la nada
Las galaxias y los agujeros negros.
La vida con su azaroso quehacer.
No hay fénix, solo ceniza.

Al borde del infinito contemplo tu sonrisa

La innumerable llegada de las olas

La innumerable llegada de las olas
a esta orilla donde el crepúsculo acosa
anunciando la noche con voluntad de sombras,
sabiendo el fin determinado
por lugares que nunca podrás ver,
es el mar en esta tarde, ya esperada,
el que alienta, ilumina y pone música
a este tránsito fenómeno del universo,
difícil de explicar las causas. Vano empeño 
de remover las cenizas del pasado,
sin certeza de un futuro ya esquilmado 
Me llevo de la última ola que a la orilla llega,
su desnuda frescura, refuerzo de la naturaleza,
a la que por completo me entrego.

Crates de Eleusis

Crates de Eleusis, varias veces al mes
hace el mismo recorrido, desde donde vive,
en los arrabales de Eleusis, hasta la gran ciudad.
Atenas fluye de actividad en todos los órdenes. 
Al entrar, por donde sopla el Bóreas,
llama siempre su atención el llamado jardín de Epicuro.
No entiende muy bien en qué consiste.
Ve gentes deambular por el campo, pero
en una actitud diferente a su labriega condición.

Un día pudo hablar con alguno de los horticultores
de dicho jardín y al hablarles de los productos que cosechaban, 
le citaron la ataraxia, la aponía, la autarquía.
De vuelta hacia su casa recordaba los productos atónito.
Reconocía que se amargaba cuando no había cosecha,
Que al fin del día trabajando en su jardín, le dolía la espalda,
y que no era fácil alcanzar la autosuficiencia con el huerto.
Un sol inmenso caía encendiendo el horizonte.


Las Cicladas

A Pedro Olalla





Dejo inolvidables islas Cicladas.
Improbable pensar en retener
imágenes de inusitada belleza
que dieron luz a textos leídos,
y llena este mar de nostalgia

El barco, en su vaivén constante
de un mar que, en su azul, cielo parece,
te adormece en sueños recordando,
la que aún contemplas con los ojos,
nostalgia de ensoñaciones evocadas.
Diseminándose como fantasmas,
que cielo y mar se van tragando, 
en el límite donde confluyen los colores,
hasta que un horizonte sangriento,
cierra la vista por todas partes.

Olinto

Paseo por calles de trazado perfecto.
De la ciudad solo queda eso: un trazado.
Piedras formando muros de medio metro,
delimitan viviendas, desaparecido su esplendor.
Rico umbral de mármol pentélico adivina
un peristilo y en el suelo restos de guijarros,
que seguro formarían escenas divinas,
llevan la imaginación a complacientes
escenas de la vida interior.

Adonde quiera que mire estas ruinas,
vacías y oscuras, donde hubo gentes
que vivieron y encanecieron en ella,
estoy en su futuro que no alcanzaron a ver,
en un presente en el que tan solo la nostalgia 
permite adivinar, como fue  la vida 
en ese hoy enigmático lugar.