Tierra baldía

Tierra baldía, pelado yermo.
Lago en invierno sin viento
que levante metálicas olas,
ausente de algas por dentro.
Acre olor a podrido,
como el agua enturbiada de un florero,
donde las rosas ya ajadas,
han perdido el fresco perfume
que las define y reconoce.
Lúgubre pensamiento,
de la entristecida tarde,
cipreses en hilera, de inclinadas copas,
señalan la solitaria y definitiva senda
donde la muerte camina,
entre los rescoldos del tiempo,
apagando todo intento
de simular un futuro

Pero también hay otras certezas

Las estrellas se elevan desde el rocío,
y se arrojan desde el cielo en la mañana,
recogen los cambiantes colores de las flores,
para lucirlos, en el jardín silencioso de la noche.
Pero también hay otras certezas...

La tela estirada y azul del cielo,
se hace negra en la noche aunque ilumine la luna,
la aurora la devuelve con tintes rosas,
que estira y limpia el sol en la mañana.
Pero también hay otras certezas...

Van y vienen las olas, adornadas de espumas,
y en el ajetreo las arenas se complacen,
por el medio que tienen para moverse.
Cuando quieren se sitúan lejos del agua, en la duna,
calentándose al sol como bañistas.
Luego esperan que algo las empuje hasta la orilla.
Pero también hay otras certezas...

Gotas de rocío

Gotas de rocío en la mañana,
lágrimas derramadas por la aurora
teñidas de su color rosado,
adornan los brotes tiernos del arce.
Huellas de que el tiempo existe,
pues al mismo paso del rosado y cotidiano inicio,
otras lágrimas en el dorado estío,
lucirán brillantes sobre verdes hojas,
rojas más tarde, cuando el árbol,
en todo su esplendor brille.

¿Es la aurora la que rosada y puntual sale
o es el árbol el que marca el tiempo con su atuendo?

Desde el abedul

Subido al extremo de la rama 
de un abedul aun con hojas
contemplo nuevos espacios abiertos
desde abajo insospechados.
Ya sé que os parece absurdo,
la rama no aguanta mi peso,
pero si decidí subir
era para mirar ese mundo nuevo
que se intuía desde abajo y
desde la rama y con ella,
sentir el atardecer desde allí.
Desciendo por el tronco
cuando el sol dora
la corteza blanquecina del abedul
y me cruzo con una hormiga
que hace el mismo trayecto
con inquietudes diferentes a las mías.
No le sorprende si aguantará la rama mi peso.
Así son las hormigas, van a lo suyo.
Sombras nuevas y vivas
por el brillo del agónico sol
van resaltando los bordes de las hojas…