Realidades

Contemplo un cuadro en movimiento
aparentemente inmóvil.
Dos azules se juntan sin mezclarse.
Las cadenciosas olas
no rompen la quietud del paisaje
y la orilla húmeda las acoge
en su lenta muerte.

Un poco más atrás yo,
petrificado,
la vista en la unión de los azules,
embriagado de quietud.

Por la derecha aparece un velero,
blanca vela extendida,
sobrevolando el agua,
negando la pintura,
se aleja, hasta situarse
en el índigo horizonte
donde permanece atrapado
por la ausencia de movimiento.

Sigo en mi sitio sin saber
si alguien pintó el barco
o estaba ahí desde el principio.

Orden

¿Qué siente el mar
cuando,
constante y repetitivo
se acerca a la orilla
y nos acaricia los pies?

¿Qué siente el árbol,
robustecido desde la semilla,
luciendo ahora, su porte firme
en medio de la fronda,
cuando ve la implacable sierra
que lo transformará
en pulido mueble?

¿Sabe el agua de la fuente,
surgida de ocultos huecos pétreos,
que es bien recibida por
los seres vivos
escuchando el murmullo
al saciar su sed?

¿Sabe la luna,
alejada de nosotros,
que la sentimos cerca,
cuando sin luz nos ilumina,
buscándola en la noche,
con nostalgia.

¿ Sabe la rosa
en su esplendor,
¡efímera belleza!
que cada pétalo,
ahora en perfecta armonía,
tapizará, en desorden,
el suelo?

¿Siente el hombre
cuando el dolor, el miedo,
la angustia, lo acorralan,
la pertenencia
a este orden misterioso:
el mar,
el árbol
el agua
la luna
y la rosa...?

Olvido

¿Dónde habita el olvido?
¿En qué edificio se guarda?
¿qué habitación lo atesora?
¿Dónde está colocado,
en qué cajones, en que estantes...?
¿Con que orden?
¿Cómo buscar en los anaqueles
¡Tantas cosas olvidadas!
¡Tanta información vivida!

Atrapado en sordas paredes.
Guardado bajo llaves,
se resiste a salir
y yo me resisto a perderlo.

Presentaré la documentación,
rellenaré instancias y registros,
iré ante los guardianes,
exigiendo libertad sin condición,
haré huelga de hambre,
hasta que me devuelvan lo olvidado.

Noche

Aparece vestida
con su manto agujereado.
Todo es negro abismo.
Emergen los sonidos.
Los olores se hacen más presentes.
Se oye el silencio...

Llegan olores de día terminado,
a hierba recién cortada,
a sudor en la tierra depositado,
olor antiguo de amargas injusticias.

Gritos de dolor tantas veces sofocados,
se confunden en este silencio aprisionado
en que todos esperan que la Aurora
traiga nuevas ansias renovadas.

Naturaleza

Grandezas humanas, envidia de los dioses, 
que quisieran ser los artífices de ellas,
y es la propia naturaleza que con
su mecanismo compensatorio tiende
a mantener su esencial equilibrio,
recortando lo que sobresale o
desarrollando aquello que ella misma elige,
correctora del equivoco comportamiento humano.
Deja a los hombres libres de decidir,
creyéndose diseñadores de su destino,
complaciente al verlos en su incapacidad
de ver el juego sin conocer las reglas,
haciéndose dueño de todo,
como sí sólo lo humano existiera.
Mientras, desde su magnífica atalaya,
como cada tarde, la madre nutricia,
sustentadora de todo, se prepara
en un atardecer ardiente, a despedir el día.