Escucho el silencio

Escucho el silencio cargado de sonidos
introduciéndose en mis oídos, como un susurro,
derramándose por todo mi cuerpo
como la espuma del mar cuando el barco
corta la superficie ondulada.
Siento esa espuma instalarse en mi cabeza
buscando imágenes que correspondan
con los sonidos del silencio y ajustarlos.
Difícil tarea, pues hay imágenes
que no encajan con silencios sonoros,
pero sí con silencio.
Así nos dimos el primer beso,
Así descubrimos el arte de Venus y
así, en silencio, dimos gracias a
aquellos primitivos organismos unicelulares
que perseveraron para que ahora estemos
aquí, contemplando al imponente y luminoso,
dador de vida, traspasar la línea de la montaña,
dejándonos todo iluminado de una luz silenciosa.
El sigue en su tarea de revolver en los recuerdos
en busca de imágenes anodinas,
nosotros seguiremos contemplando el silencio.


El mar de aluminio

A Encarnación Domingo

El mar en mayo ofrece
un frescor de aluminio brillante
sobre un fondo oscuro
manchando también la arena
que la bajamar descubre.
La marea deja en la arena formas
a modo de diminutas dunas que
semejan las arrugas de la frente de Neptuno.
No hay oleaje que interrumpa la quietud
y los brillos metálicos se expanden
evocando placidez.
Tensado, el horizonte, brilla
parcelando la imagen,
de sombras y abismos que se mecen,
en una ebriedad de vacío perforado.

Cuadro de Encarnación Domingo en el Ayto. de Castrillón (Asturias)

Calles desiertas

En las calles desiertas 
las luces de las escasas farolas
dejan caer en redondo su chorro
brillante destacando como espejo
el suelo después de haber llovido.
Alguna tardía gota de agua se desprende
de la farola como gota de luz
estrellándose sobre el asfalto
reproduciendo una en mil humedades
Nadie por la calle, todos detrás de las paredes
alguna luz se atisba en las ventanas
vida interior bien preservada,
rica en soledades, amores frenéticos,
lloros infantiles, agonía de la muerte...
La vida encerrada hasta que el astro
aparezca nuevamente por donde siempre
anunciando nuevas ¡la noche se ha ido!

Atardecer del álamo

El álamo temblón en la ribera,
cuando el otoño explota en un suave colorido,
se adentra en un mundo envolvente
de magia y sensaciones.
Tiemblan sus hojas,
ahora más lentamente,
entrando en un sosiego, a la espera,
del cotidiano y diurno momento de éxtasis.
El que todo lo ilumina, también lentamente,
arrastra los últimos retazos del día
y con ello, la apresurada noche,
va invadiendo cada resquicio, aprovechando
las oscuras sombras preludió de la opaca noche.
Pero antes, como despidiéndose,
lanza los últimos rayos cargados
de una dorada y brillante luz,
que las hojas del álamo recogen,
una a una, transformándolas,
con el leve temblor,
en una lluvia dorada, envidia de Zeus.
Cada hoja recordara al luminoso
durante el letargo nocturno.
De esta manera contempla el atardecer,
el álamo temblón en la ribera.

!Por fin! La primavera

La luz blanca
De la flor del cerezo
Aumento su brillo
Con el atardecer.
Y yo lo contemplaba.

Vuela un pétalo
Con delicada suavidad
Sin rumbo fijo.
Seguro que llegara a destino.

Los brillos
De las hojas del níspero
Cuando el aire las mueve,
Forman una algarabía
De luz.

¿Se cansan los árboles
De aguantar tantas flores?
Soy yo el cansado,
Ellos se decoran
Y se me olvida mi estado.

Veo sosiego,
Calma, quietud
En el paisaje.
¿Cómo atraparlo?

Nieva bajo el cerezo
Pero distingo
Que es primavera.

El agua cristalina
Del arroyo
Mueve el canto
Pero el destino
Esta lejos.

Un abejorro
Revolotea
Una espléndida
flor de hortensia,
Y se va.

Palabras

Busco, entre la hierba,
palabras perdidas.
¡Tantas cosas dichas!
a lo largo de los años,
Muchas, repetidas continuamente,
pero ¡ay!
otras buscó con ansiedad.
No recuerdo cuando y como se dijeron,
pero quiero volver a revivirlas,
Incorporarlas nuevamente
a este equilibrio en que se mueve la vida.
Estamos hechos de sueños, pensamientos, amores...
que pierden sentido sin ellas.
Por eso busco entre la hierba,
-antes que las hojas del Otoño lo cubran todo,
y acaben, quizás, pudriéndolas,
para incorporarlas a los versos.