En su quietud, la roca me mira, erguida, altanera, con pretensiones de diosa en marmóreo templo, y yo contemplo su naturaleza.
Recibe con agrado la lluvia que lava sus impurezas, el sol la seca, y resplandece nuevamente su glauca superficie. A su lado, un haya joven, le proporciona algo de sombra, y ella la deja alimentarse de su frescura
Me detengo a su lado. apoyo la espalda en el pétreo sillón, Respiro Hondo. Veo que el haya me mira, ¡no he elegido su tronco para apoyarme!
Como en un susurro al oído la roca me pregunta: ¿Cuanto tiempo estaré, así, inmóvil? No recuerdo la última vez que notó un cambio...
Sonrío al pensar que me hable una roca. La pregunta se repite, pero, no sé como responder desde una vida efímera a tanta longevidad...
De la cantera de Paros arrancado de su origen un blanquísimo bloque marmóreo aguarda, sobre rodillos, a ser transportado. La madre roca, desde su herida, lo contempla con tristeza. Tu destino no será esquina de templo. Confía en tu belleza interior y no olvides tu procedencia. Otros hermanos saldrán tras de ti. En un lugar os esperan, hombres hábiles, que con sus cinceles, y a golpes, os quitaran estas rústicas vestiduras mostrando el moldeado cuerpo de una Venus o el musculoso torso de un Hermes. Seréis admirados por todos. y recordad, que antes, grandes fuerzas sin cinceles, os formaron también para ser admiradas en destinos menos importantes. Yo seguiré aquí, testigo de vuestra procedencia,