Camino solitario

Camino solitario paralelo al río.
Exuberante naturaleza que va tapando,
labores pretéritas de manos ya idas.
Musgos que verdean muros de piedras,
cerrando haciendas abandonadas.
El río, como antes, sigue saltando 
en los escollos del cauce.
No se notan cambios en el discurrir de las aguas.
Mantiene el ritmo de la naturaleza.
Un molino, con el tejado hundido, grita
desde su muela de piedra por seguir 
la actividad tiempos ha perdida,
mientras la invisible polilla invade,
a ritmo lento, toda la estructura de madera.
En la puerta, sin que nadie lo haya evitado,
ha crecido un fresno, erguido como lanza.
Entre el abandono, siempre aparecen indicios
de que todo sigue y seguirá perpetuándose...

Ariadna

Despierta del cálido y dulce  letargo.
La alondra  indica la vigilia.
Un escalofrío recorre su cuerpo
y no solo por el frescor de la escarcha en la mañana.
En la arena, lecho que albergó a los amantes,
aún un destello de tibieza despunta cuando,
en turbada expresión, tienta con la mano.
Nada dicen los pájaros en su gorjeo,
tampoco las constantes olas que se acercan a la orilla.
Un punto marcado en el horizonte indica
cuán lejos está la cóncava nave.
Subida en lo alto del promontorio,
que más adelante albergara el templo de Apolo, 
rompe los vestidos y a modo de estandarte
agita el peplo con desesperada aflicción,
 a la espera de que la nave modifique el rumbo,
desapareciendo el punto en una línea.

¡Tierra! ¡Tierra!

Asegura los estayes del trinquete al bauprés
y en homogénea materia navegada,
el ritmo a la deriva te ira llevando,
las olas contra el casco, nácar blanco,
ondulando en vaivenes la planicie,
abismos que florece el horizonte
agrupados en un acorde de color infinito.
Repiten sinuosos los signos desde dentro.
El enigma del fin es lo que cuenta,
envueltos en la seda sucesiva,
no hay estrellas que marquen el destino.
Una forma crispará cielo y seda
acorde con la ley, límite y borde,
y en alegre anáfora gritando,
¡tierra! ¡tierra!

Silencio

Al fondo se va el murmullo de los vientos
en lo profundo del silencio: el silencio.
Se pasea por el tiempo, sin ruido,
ocupando el espacio, sin forma.
en parajes profundos donde no llega
el grito de angustia del hombre,  
de sus amores, de sus risas, de sus llantos.
¡Silencio!
Escucha la protesta interminable,
acompaña a las lágrimas y al dolor,
al rechinar de dientes de la tortura 
que supone una vida encadenada
a vivir sin presente y sin mañana.
Escucha la esperanza que nuevamente renace
del dolor de cada día.
¡Grita! ¡Hazte hombre!
Rompe el silencio y ¡hazte oír!

Brillos de primavera

La luz blanca
De la flor del cerezo
Aumento su brillo
Con el atardecer.
Y yo lo contemplaba.

Vuela un pétalo
Con delicada suavidad
Sin rumbo fijo.
Seguro que llegara a destino.

Los brillos
De las hojas del níspero
Cuando el aire las mueve,
Forman una algarabía
De luz.

¿Se cansan los árboles
De aguantar tantas flores?
Soy yo el cansado,
Ellos se decoran
Y se me olvida mi estado.

Veo sosiego,
Calma, quietud
En el paisaje.
¿Cómo atraparlo?

Nieva bajo el cerezo
Pero distingo
Que es primavera.

El agua cristalina
Del arroyo
Mueve el canto
Pero el destino
Esta lejos.

Un abejorro
Revolotea
Una espléndida
flor de hortensia,
Y se va.