Todos allí unificados, en igual naturaleza, en igual compostura, en el mismo recinto. Antes cada quien, pensaba, hacia, reía, amaba, planificaba... Ahora, la máquina de igualar, que nunca se para, transforma a todos en la misma nada. No hay posibilidad de juntar partícula a partícula La forma ha desaparecido, ningún Fidias con sus inimitables manos, podría recuperarla. Ahí se quedo todo, en un barro nutricio, dador y alimentador de otras vidas, las que ni siquiera sabrán quien aportó y que, para que todo siga existiendo. Así fue también con los que ahora son barro y tampoco se dieron cuenta del origen.
Tras el cristal de la ventana llueve. Grises nubes cubrieron el cielo negreando el día, acercando con rapidez la oscura noche. Un frenético viento azota y cimbrea los árboles al compás de la lluvia, el extremo de una rama, sin hojas, roza el cristal de la ventana, añadiendo un atemperado acompañamiento, a las gotas que bailan en el suelo. La tarde se consolida en un horizonte anubarrado, sumando grises.
Entre los bordes de unas nubes, en su impetuoso impulso a mezclarse y oscurecerlo todo, los últimos rayos, sacados del horizonte, pintan de cárdeno el cielo.
El hombre camina,
ahora en tierra firme,
entre las casas apretadas, calle abajo,
en un suelo de cantos incrustados,
por donde circula el agua sin mojarse.
Llega a las grandes losas talladas
que circunvalan el puerto.
Al fondo negro y solitario
al borde del agua el noray espera.
Sobre él se sienta con mirada lejana
en busca de un horizonte donde detiene la vista,
en un cielo por el que corren nubes
que semejan veleros surcando mares….
Los últimos colores de la tarde van cayendo.
El horizonte se difumina en oscuros.
La mirada se acerca henchida de nostalgia.
Con el extremo del bastón recorre
la unión de dos losas del suelo,
se detiene en dos escamas de peces
que brillan adheridas, como estrellas,
al encenderse el sol de una farola.
Ese ayer que es hoy y que era mañana,
que ya nadie volverá a ver caminar
por calles que devoran los presentes,
a la espera, de un impuntual porvenir,
se llevó todas las ansias acumuladas,
proyectos inconclusos de:
"esto lo dejo para mañana".
Río raudo y poderoso,
creado gota a gota entre los montes.
Sobre sus aguas, desciendo,
ruta y sendero hacia la mar,
contemplando, al definitivo pasar,
sus ansiadas márgenes
orladas de frondosos árboles,
repletos de pájaros cantores.
Más adentro la florida pradera,
edén del ganado pastando,
acorde lento de esquilas y aromas,
donde brotan violetas perfumadas.
A lo lejos azulados montes,
oro fundido los crestones calizos,
por el frío sol de la tarde declinando
Quieto e impasible espero,
en el aire, el tiempo ir pasando.