Funesta, fatigosa, aborrecida y odiada condición humana que has permitido, que una parte, muy pequeña de los tuyos, imponga un dominio férreo sobre el resto, alimentándose con divinales manjares, danzando y cantando en hermosos coros como sí de inmortales olímpicos se tratase, mientras quitan lo esencial a la mayoría, para mantener ese puesto en el Olimpo. ¿Hasta cuándo permitirás en tu seno, estos comportamientos? ¿Serán las parcas capaces de eliminar esa desviación, hasta que no quede semilla para poder perpetuarse? Ni los inexistentes dioses pueden cambiar la situación, pues si existieran, es probable que estuviesen de su lado. El Olimpo es grande cabemos todos y si es muy alto y da vértigo, reunámonos en la llanura, ¡es inmensa! y todos estaremos a la misma altura
Siento mis pisadas en caminos, para mi desconocidos, pero antes muy transitados, por ajetreos cotidianos, por búsqueda del placer lejano, caminando hacia el aprendizaje con pies aún delicados. Estas piedras que jalonan el camino, ahora olvidadas, eran la compañía del caminante que reconociéndolas, extraía la información que mostraban. como modernas señales en las vertiginosas carreteras. Busco en esos lugares tranquilos las huellas de otros tiempos, que me figuro plácidos, aunque no mejores. Cada paso que doy, procuro no alterar un orden que pervive aún, a otros pasos inexorables que me han permitido adentrarme en la esencia del pasado.
Levántate. No es necesario mucho equipaje tan solo un poco de entusiasmo. Libre observación, sin limites a lo inmenso sin desdeñar lo mínimo, dejando la imaginación desatada. Y así viendo que el final tan ansiado del camino aparece a cada lado de la cuneta,
¡no existe el final!
Aquí y no allá están: la gota de rocío sobre la abierta rosa refrescante, la golondrina que vuelve a su nido, la melancolía, que a borbotones, circula por venas y arterias llevándote, medio exhausto, al borde del verso para empezar...