Funesta condición humana

Funesta, fatigosa, aborrecida
y odiada condición humana
que has permitido, que una parte,
muy pequeña de los tuyos, imponga
un dominio férreo sobre el resto,
alimentándose con divinales manjares,
danzando y cantando en hermosos coros
como sí de inmortales olímpicos se tratase,
mientras quitan lo esencial a la mayoría,
para mantener ese puesto en el Olimpo.
¿Hasta cuándo permitirás en tu seno,
estos comportamientos?
¿Serán las parcas capaces de eliminar
esa desviación, hasta que no quede
semilla para poder perpetuarse?
Ni los inexistentes dioses pueden
cambiar la situación, pues si existieran,
es probable que estuviesen de su lado.
El Olimpo es grande cabemos todos
y si es muy alto y da vértigo,
reunámonos en la llanura,
¡es inmensa! y todos estaremos
a la misma altura

Caminos

Siento mis pisadas
en caminos, para mi desconocidos,
pero antes muy transitados,
por ajetreos cotidianos,
por búsqueda del placer lejano,
caminando hacia el aprendizaje
con pies aún delicados.
Estas piedras que jalonan el camino,
ahora olvidadas,
eran la compañía del caminante
que reconociéndolas,
extraía la información que mostraban.
como modernas señales
en las vertiginosas carreteras.
Busco en esos lugares tranquilos
las huellas de otros tiempos,
que me figuro plácidos,
aunque no mejores.
Cada paso que doy,
procuro no alterar un orden
que pervive aún,
a otros pasos inexorables
que me han permitido adentrarme
en la esencia del pasado.

Caída la hoja miro

Caída la hoja miro
alejarse raudo el aire
mientras otra hoja busca
que la ciña por su talle.

Leve crepúsculo viene
el aire desafina,
un mirlo se detiene
y mirando al sol afina.

Luchan las sombras
por ser sombras sin aire
hay en la orilla candelas
para no perderse nadie.

Los últimos rayos gimen
espantados por la noche
no pertenecen a ella, dicen
sin mostrar ningún reproche.

Los deseos disipados
de una luna que no brilla
el búho, los ojos clavados
allá abajo en la arcilla.

Andar

Levántate.
No es necesario mucho equipaje
tan solo un poco de entusiasmo.
Libre observación,
sin limites a lo inmenso
sin desdeñar lo mínimo,
dejando la imaginación desatada.
Y así viendo que el final
tan ansiado del camino
aparece a cada
lado de la cuneta,

¡no existe el final!

Aquí y no allá están:
la gota de rocío sobre
la abierta rosa refrescante,
la golondrina que vuelve a su nido,
la melancolía, que a borbotones,
circula por venas y arterias
llevándote, medio exhausto,
al borde del verso
para empezar...