Los árboles inclinan su hermosura
sobre espejos que nunca los reflejan,
azogue de apresurado paso,
ensimisma el movimiento y su sonido,
dejando, en las orillas, esparcidos ecos
que la primavera, resurgiendo, escucha,
en el ardor dulce de un mediodía.
En un ribazo y en calma, el agua
espejo se forma bajo la fronda,
a la espera que el árbol Narciso vea
de sus ramas, moverse las hojas
y aunque no es tiempo de secas caerse,
una verde hoja, desciende en el aire,
quedando en la superficie resplandeciente,
dádiva arbórea hermoseando la primavera.
Suelta la nube, libre en sus contornos,
pasa ligera rumbo a disiparse,
ser tragada por la luz, que la ilumina,
por la tierra que la crea, cuando
el sopor del sol, arde el húmedo bosque
incendiando de humo toda la fronda,
desguazando el agua indefinida
en figuras de formas distraídas.
Incluida en la vastedad del paisaje,
en el invertido mar navegas.
Imponiéndose un azul intenso,
tendido hacia su propia calma.
La luz ajada del otoño, tornasola
en el ocaso, los límites de tu forma.
Las hojas más altas de la copa,
donde la luz temblando se resiste
a dejar en penumbra el entorno,
del haya orgullosa entre la fronda,
despiden al sol que se entrega al abismo.
Las sombras invaden el espacio,
y es momento de dejar que los sueños,
etéreos e incorpóreos, como ellas,
rememoren, endulzando, lo pasado.
Cogido al sueño de la mano,
recorro la mañana refrescante,
donde cada gota de rocío
es un mar inmenso y navegable.
Al mediodía, sin sombras, el sol
en lo alto, está dispuesto a quedarse.
Soñando que es un sueño,
cierro los ojos un instante.
Cuando los abro veo, el árbol
en sombra larga estirarse.
Despacio, con desgana y triste,
el sol, emprende su crepuscular viaje
a la Aurora y su mañana busca...
Cómo hacer un poema
Si faltan las palabras.
Ante tanto horror
no cabe aferrarse al paisaje,
este no existe.
Ni apelar a la naturaleza,
esta está agonizando.
Cómo ver aves volar,
estas se han ido.
La rosa no despliega su aroma,
esta se ha marchitado.
¿Cómo mirar la luna que el sol ilumina,
si sobre el velo negro de la noche
hay otra noche aún más oscura?
¿Puede alguien compararse con el viento?
Azul sin tener color cuando se expande por el cielo.
Húmedo cuando llueve y se escabulle entre las gotas.
Verde acariciando las hojas del bosque.
Amable cuando hinchando la blanca vela
desliza la nave sobre las arrugas de la mar.
Se hace suave brisa que refresca a la diminuta hormiga
subiendo afanosamente por el tronco del árbol.
Mueve la flor, ayudando a expandir su polen
llevando la fragancia, también trasparente,
hasta inusitados y recónditos confines.
Sientes su caricia, cuando hace calor y te refresca.
Huyes, cuando gélido, atenaza el gesto en la cara.
Viajero de todos los confines a donde llega.
Impetuoso muchas veces doblegando árboles.
Revolviendo a su paso todo lo que encuentra,
indicio único de su existencia.
Invisible como los dioses.
Benévolo y dulce final de vida.
Y cuando notamos su ausencia, parado está,
a la espera que nosotros lo provoquemos
con nuestros alocados movimientos,
para sentirlo refrescante en nuestro rostro.